El concepto de Salud Mental no se refiere solamente a la
ausencia de enfermedad sino a un completo bienestar en los dominios físico,
mental y social.  Implica la capacidad de
los individuos para interactuar entre sí de modo de promover el bienestar
subjetivo, el desarrollo de las propias potencialidades y aquellas de la
comunidad.
En ese sentido parece más adecuado hablar de Bienestar
Psicosocial que de Salud Mental.  Este
concepto incluye el estado de salud física o ausencia de enfermedad, como
indicador de desarrollo y bienestar, pero no se agota allí.  Supone también la satisfacción de las
necesidades y el desarrollo de sus potencialidades personales.  Puede definirse el bienestar psicosocial de
un individuo como un estado de satisfacción de sus necesidades y desarrollo de
sus potencialidades, respetando los principios de equidad en relación a los
otros miembros de la comunidad y respetando su entorno.
Es importante diferenciar entre los conceptos de “desorden”
o “enfermedad mental” y el de “problemas de salud mental” o “problemas
psicosociales”.  Los primeros términos
están anclados en la perspectiva del modelo médico de comprensión de los
trastornos psicosociales.  Se asocian a
atención médica, a enfermedad y a intervenciones del tipo aislamiento,
hospitalizaciones y tratamientos con medicamentos a cargo de profesionales de
la salud. 
La proposición de cambiar el término “enfermedad mental” a
“problemas psicosociales”, supone una reconceptualización en las perspectivas
del “bienestar psicosocial”.   Desde este
enfoque se conceptualiza el problema de salud mental como una alteración en la
relación entre el individuo, el grupo o el entorno más amplio que puede
originarse ya sea en:
Factores individuales (que incluyen “enfermedades”).
Factores microgrupales (familia, redes sociales cercanas).
Factores institucionales (escuela, lugar de trabajo).
Factores del macrosistema (sistema cultural, sistema de
creencias y valores).
Esta forma de conceptualizar y “nombrar” los problemas de
salud mental, no es un mero cambio de nombre. 
Las palabras habitualmente están cubiertas de significados, cambiarlas
supone también cambiar los modos de entender y, por lo tanto, de actuar.  Supone un cambio en los modelos de análisis,
en el foco de las intervenciones, en el rol de los profesionales a cargo de las
intervenciones y en el momento en que se llevan a cabo estas últimas.
Fuente:  adaptado de
“Manual de Capacitación para Capacitadores”. 
Programa de Educación para la No Violencia, Chile.

 
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