martes, 29 de enero de 2019

AFECTIVIDAD


Nuestra afectividad, al igual que cualquier otra esfera de nuestra vida, merece ser considerada y darle la relevancia que tiene.  Por tanto, para tener una vida saludable, tengamos en cuenta:

  •  Que es necesario aprender y posibilitar la expresión de nuestros sentimientos.  Reconocer que estamos tristes, por ejemplo, es abrir la posibilidad a saber qué es lo que nos entristece, de tal manera que podamos conocernos mejor y manejarlo en forma adecuada.
  •  Que expresar sentimientos no implica necesariamente armar un melodrama con lágrimas, gritos y desesperación, sino que se trata de acercarnos a nuestra intimidad y reconocer cuáles emociones y sentimientos nos embargan y poder abrirnos a ellos de tal forma que entendamos qué pasa en nuestro interior, y expresarlo sin dañarnos o dañar a otros.
  • Que reprimir nuestros sentimientos y emociones, por temor al qué dirán o por guardar la compostura, puede generarnos mayor ansiedad y una futura incapacidad de comunicarnos afectiva y efectivamente con nosotros mismos y con los demás.
  •  Reconocer que la vida está llena de matices, que así como hay alegría también hay dolor, y que para crecer como personas debemos asumirlos y aprender de cada experiencia.
  •  Evitar educar a nuestros niños con frases como:  “los niños no lloran”, “eres un cobarde”, y otras similares, que sólo les crearán la imagen de que hay emociones y sentimientos “malos” que deben ocultarse.
  • Escuchar a quienes nos confían sus secretos con sincero interés, procurando no juzgar ni burlarnos de lo que sienten. 
  • Respetar nuestros propios sentimientos:  intentar minimizarlos, esconderlos o sobredimensionarlos no ayuda a esclarecer lo que nos pasa, y puede llevarnos a situaciones depresivas, dependientes o de angustia que en nada contribuyen a nuestra salud mental.


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